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En ciertos países, la pasión es un atenuante en caso de asesinato: cuando Otelo estrangula a la pobre Desdémona comete un "crimen pasional". El antisemitismo es considerado una "pasión" y por lo mismo es muy difícil razonar con los antisemitas; el problema es que no se puede considerar a dicha pasión como un atenuante, porque ha tenido terribles efectos en los últimos 125 años.
Por eso me siento obligado a contestar a la primera afirmación de mi corresponsal, sobre los protocolos de los sabios de Sion.
No espero convencerlo de su error, sino evitar que los lectores de buena fe tomen por verdadero un libro que no es más que una fábula, pero una fábula verdaderamente calumniosa y mortífera, y que ha hecho correr ríos de sangre judía inocente.
Quien me insulta, en lugar de dialogar como sería lo deseable, invoca el más famoso texto apócrifo de la literatura antijudía que cumplió 100 años en septiembre del año pasado.
Los "Protocolos", supuestas actas de las sesiones celebradas por un supuesto consejo mundial judío, los Sabios de Sion fueron fabricados en París, en 1897-1898, en el marco del célebre Affaire Dreyfus, por los servicios de la policía secreta del tsar (zar), la Ojrana, abuela del KGB soviético, dirigida en Francia por un polizonte genial, Pedro Ivanovich Rachkovski.
Desde el año 1921 está comprobado que se trataba de un manuscrito apócrifo, es decir, de un texto forjado, inventado.
Gran parte del "documento" que supuestamente revela los terribles secretos criminales de los dirigentes del "judaísmo mundial" retoma tranquilamente páginas enteras del Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu , panfleto de Maurice Joly, publicado en 1864 contra el "autócrata" Napoleón III. Se contentaron los grandes artistas con poner "judíos" en lugar de "bonapartistas" y así nació el "documento ultrasecreto".
Desde 1921, el gran público estuvo al tanto de la falsificación, cuyas pruebas fueron ampliamente publicadas, de modo que uno podía pensar que la opinión estaba inmunizada contra la seducción ejercida por esas " revelaciones".
Pero no, los Protocolos han seguido su curso hasta la fecha, adaptándose a situaciones muy diversas: los rusos en exilio después de la revolución bolchevique, el nazismo incipiente y luego triunfante, ciertos círculos cristianos, ortodoxos, católicos y protestantes, más recientemente el nacionalismo árabe y, ahora a la izquierda, entre los que simpatizan con la causa palestina (no todos) y con la altermundialista (no todos).
¿Qué significa tal éxito contra las evidencias científicas? La fuerza de un mito político moderno, el de la conspiración judía mundial.
Desde que el mundo es mundo, los hombres caen en la tentación de explicarlo todo por el complot (los asesinatos de Kennedy y Colosio) y antes de la conspiración judía para controlar al mundo, hubo la "papista", la jesuita, la masónica, luego vino la judeo-masónica, judeo-bolchevique; entre las dos últimas surgió la judía.
¿Por qué nuestro mundo moderno, supuestamente racional y científico, necesita creer en el aquelarre de las brujas? El triunfo de un imaginario diabólico en la política no deja de ser impresionante, precisamente porque es impermeable a la razón razonante.
Alguna vez le expliqué a Salvador Abascal (q.e.p.d.) el carácter apócrifo de los Protocolos que tenía en su biblioteca; me contestó que tenía yo razón, que el documento era falso, pero que lo que decía era cierto. Constato el poder de seducción del mito. Los agentes secretos del "complot judío mundial" encarnan, como el Diablo, el principio del mal en la historia.
El "judío internacional", como Satanás, es omnipresente y puede tomar todos los aspectos; el judío se encuentra por todas partes, enmascarado, y como el Diablo es legión.
El poder del mito se manifiesta en su resistencia a todas las demostraciones; tiene un dinamismo que se burla de las pruebas y rebota siempre. Es artículo de fe. No hay que despreciar la fábula, ha sido mortífera y lo sigue siendo porque fanatiza a sus creyentes.
Para ellos se trata de una lucha a muerte entre el bien y el mal, y la lucha contra los judíos es un deber sagrado porque son "los enemigos de la raza humana".
Bajo ese último título fueron publicados los Protocolos, en San Petersburgo, en 1906.
JAEN MEYER
jean.meyer@cide.edu
Profesor e investigador del CIDE
En ciertos países, la pasión es un atenuante en caso de asesinato: cuando Otelo estrangula a la pobre Desdémona comete un "crimen pasional". El antisemitismo es considerado una "pasión" y por lo mismo es muy difícil razonar con los antisemitas; el problema es que no se puede considerar a dicha pasión como un atenuante, porque ha tenido terribles efectos en los últimos 125 años.
Por eso me siento obligado a contestar a la primera afirmación de mi corresponsal, sobre los protocolos de los sabios de Sion.
No espero convencerlo de su error, sino evitar que los lectores de buena fe tomen por verdadero un libro que no es más que una fábula, pero una fábula verdaderamente calumniosa y mortífera, y que ha hecho correr ríos de sangre judía inocente.
Quien me insulta, en lugar de dialogar como sería lo deseable, invoca el más famoso texto apócrifo de la literatura antijudía que cumplió 100 años en septiembre del año pasado.
Los "Protocolos", supuestas actas de las sesiones celebradas por un supuesto consejo mundial judío, los Sabios de Sion fueron fabricados en París, en 1897-1898, en el marco del célebre Affaire Dreyfus, por los servicios de la policía secreta del tsar (zar), la Ojrana, abuela del KGB soviético, dirigida en Francia por un polizonte genial, Pedro Ivanovich Rachkovski.
Desde el año 1921 está comprobado que se trataba de un manuscrito apócrifo, es decir, de un texto forjado, inventado.
Gran parte del "documento" que supuestamente revela los terribles secretos criminales de los dirigentes del "judaísmo mundial" retoma tranquilamente páginas enteras del Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu , panfleto de Maurice Joly, publicado en 1864 contra el "autócrata" Napoleón III. Se contentaron los grandes artistas con poner "judíos" en lugar de "bonapartistas" y así nació el "documento ultrasecreto".
Desde 1921, el gran público estuvo al tanto de la falsificación, cuyas pruebas fueron ampliamente publicadas, de modo que uno podía pensar que la opinión estaba inmunizada contra la seducción ejercida por esas " revelaciones".
Pero no, los Protocolos han seguido su curso hasta la fecha, adaptándose a situaciones muy diversas: los rusos en exilio después de la revolución bolchevique, el nazismo incipiente y luego triunfante, ciertos círculos cristianos, ortodoxos, católicos y protestantes, más recientemente el nacionalismo árabe y, ahora a la izquierda, entre los que simpatizan con la causa palestina (no todos) y con la altermundialista (no todos).
¿Qué significa tal éxito contra las evidencias científicas? La fuerza de un mito político moderno, el de la conspiración judía mundial.
Desde que el mundo es mundo, los hombres caen en la tentación de explicarlo todo por el complot (los asesinatos de Kennedy y Colosio) y antes de la conspiración judía para controlar al mundo, hubo la "papista", la jesuita, la masónica, luego vino la judeo-masónica, judeo-bolchevique; entre las dos últimas surgió la judía.
¿Por qué nuestro mundo moderno, supuestamente racional y científico, necesita creer en el aquelarre de las brujas? El triunfo de un imaginario diabólico en la política no deja de ser impresionante, precisamente porque es impermeable a la razón razonante.
Alguna vez le expliqué a Salvador Abascal (q.e.p.d.) el carácter apócrifo de los Protocolos que tenía en su biblioteca; me contestó que tenía yo razón, que el documento era falso, pero que lo que decía era cierto. Constato el poder de seducción del mito. Los agentes secretos del "complot judío mundial" encarnan, como el Diablo, el principio del mal en la historia.
El "judío internacional", como Satanás, es omnipresente y puede tomar todos los aspectos; el judío se encuentra por todas partes, enmascarado, y como el Diablo es legión.
El poder del mito se manifiesta en su resistencia a todas las demostraciones; tiene un dinamismo que se burla de las pruebas y rebota siempre. Es artículo de fe. No hay que despreciar la fábula, ha sido mortífera y lo sigue siendo porque fanatiza a sus creyentes.
Para ellos se trata de una lucha a muerte entre el bien y el mal, y la lucha contra los judíos es un deber sagrado porque son "los enemigos de la raza humana".
Bajo ese último título fueron publicados los Protocolos, en San Petersburgo, en 1906.
JAEN MEYER
jean.meyer@cide.edu
Profesor e investigador del CIDE